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Revista Contexto

Encontraron en Andresito más de 30 mariposas no registradas en Argentina

Encontraron en Andresito más de 30 mariposas no registradas en Argentina

Las investigaciones son de la estación biológica Yacutinga

El trabajo no concluyó pero ya relevaron unas 522 especies en la zona. De ellas, al menos 30 son registros nuevos en el país.

Comandante Andresito (Provincia de Misiones, República Argentina). “Los resultados son alentadores: en toda Europa hay sólo 400 especies de mariposas y en la reserva biológica de Yacutinga, en un estudio que aún no finalizó, ya encontramos 522; de ellas, al menos 30 son especies nuevas para la Argentina. Este estudio se realiza en la reserva privada Yacutinga y los resultados nos indican además, el buen estado de conservación de la selva, al menos en este predio”.
Ariel López está a cargo de la estación biológica de la reserva, un sitio de más de 550 hectáreas de superficie donde proliferan las plantas de palmitos y otros ejemplares añosos de la selva misionera, hábitat de la variadísima fauna misionera.
La reserva es objeto de numerosos estudios tanto de biólogos particulares, tesistas, estudiantes avanzados e, incluso, algunos laboratorios de reconocimiento internacional. Ninguno de los trabajos que se realizan acá están concluidos, aunque muchos de ellos ya van presentando resultados alentadores, como el de las mariposas y el de cría de carpincho, como un sistema de ayuda a la economía familiar a partir de dos ejes relacionados entre si: el control de maleza en los yerbales (los carpinchos se alimentan de esas malezas) y el consumo de carne o su venta, junto con el cuero, como una alternativa económica y una forma de controlar la población de estos animales. Y quizás el estudio integrador sea el inventario que también están realizando: quieren conocer todo lo que hay, tanto a la vista como en el interminable universo microscopio que también está presente.

Lepidópteros
El relevamiento de lepidópteros está a cargo de Exequiel Núñez, un reconocido especialista en la temática. Comenzó en 2002 y espera concluir a fines de este invierno. En su informe parcial sobre la investigación, Núñez recuerda que la observación tanto de mariposas como de aves se utilizan como indicadores del estado de conservación del ambiente y que las áreas de mayor riqueza lepidopterológicas están, entre las pocas relevadas, en Rondonia (Brasil), así como en el Parque Nacional de Manú y Reserva de Tambopata, ambas en Perú, con 1592; 1300 y 1234 especies.
En otras áreas relevadas, la riqueza es menor, como en la isla de Marajá, Amazonas (458 especies). En la Serra do Japi, Sao Pablo, se registraron 652 especies en ocho años de estudio y en el Parque Nacional Iguazú, en Brasil, se estima que hay 700 especies.
El relevamiento de lepidópteros en el refugio de vida silvestre Yacutinga, en la zona de influencia de Andresito, busca la información básica que puedan utilizar con fines de manejo y como complemento de la actividad turística, la principal actividad económica de la reserva. Las tareas proyectadas buscan información sobre uso de hábitat, estacionalidad y sitios frecuentes; estado de conservación del refugio (la presencia de algunas especies indican la salud del ambiente) y establecer el valor del área para la conservación de las mariposas.
La intención también es comparar los datos que obtengan con la información disponible de los Parques Nacional Iguazú y Provincial Urugua-í, además de elaborar las recomendaciones para la conservación y manejo del grupo en el área; identificar los recursos que pueden funcionar como atractivos para las especies en los senderos del refugio y capacitar al personal del predio en características de biología, estado de conservación y otros.

Resultados alentadores
Misiones tiene registradas cerca de 800 especies de mariposas (la mayor diversidad del país), seguida por Salta, Jujuy, Tucumán, Formosa, Chaco y Corrientes.
Las distintas campañas de este estudio tuvo lugar en meses y estaciones diferentes: hubo muestreos invierno, de fin de invierno, de primavera; de verano, de fines de verano. En los viajes, según su informe, Núñez observó especies correspondientes a todas las familias y subfamilias presentes en el país y como conclusión parcial, sostiene que el lugar es por ahora el más biodiverso en mariposas de los pocos que se inventariaron en la Argentina.
Esa situación podría surgir del buen estado de conservación de la selva, de su ubicación frente al río Iguazú y del Parque Nacional brasileño. “Sin embargo restan muchos ejemplares colectados por identificar aún; en especial las especies de la familia Hesperiidae” y estima que “la cantidad de especies superará ampliamente las 500”.

El relevamiento de la selva
La estación biológica Yacutinga comenzó a trabajar hace menos de un año, aunque hace más de cinco años que estudiantes y biólogos utilizan este reservorio como fuente de estudio. La propia Fundación Vida Silvestre impulsa distintos trabajos en la zona, con biólogos y estudiantes avanzados, además de los pasantes que vinieron durante el año pasado de Alemania.
El trabajo integral actual apunta al inventario de esta porción de selva misionera, un ex obraje donde explotaron la madera nativa, rodeado en la actualidad de chacras que, pero también, con el límite del ahora protegido río Iguazú y el propio Parque Nacional Brasileño Iguazú, ubicado enfrente.
“Antes de hacer un plan de manejo hay que saber qué hay acá y en qué cantidad. Estas preguntas se responden con investigaciones, que son las que estamos realizando”, explica un entusiasta Ariel López, el encargado de la estación.
La reserva está abocada a distintos proyectos, además del inventario, relacionados con el material conocido y desconocido que está en la zona, algunos a través de la Fundación Vida Silvestre.
“¿A qué aspiramos? A que sea un lugar de trabajo, de biólogos, donde los que lleguen al lugar vengan en principio con un fuerte concepto ambientalista pero además, que vengan con conocimiento de lo que pueden ver acá, que puedan comprender dónde están parados”.
Ariel llegó un día con su carpa; pidió permiso para instalarse a trabajar y proyectó la estación que hoy puede contener a seis personas cómodas, con un laboratorio bien montado e instalaciones sumamente cómodas, aunque todavía la luz eléctrica sea un sueño que podría llegar con las pantallas solares.
Sobre la marcha, con los trabajos encaminados, también van encauzando la organización general, donde por lo visto, el punto más importante pasa por concienciar a la gente de la zona que una reserva no es un balneario ni un lugar de recreación: “cuesta mucho hacer entender que sólo se puede entrar con autorización y que no se debe circular con vehículos y si es necesario que estos entren, deben hacerlo a muy baja velocidad porque esta es la casa del venadito o de un ave, o de una serpiente que cruza el camino y no se los puede molestar”, explicará Ariel López -el encargado, especializado en herpetología-, varias veces, durante los tres días que El Territorio estuvo en la reserva.

El hombre y el medio
En la estación, una serpiente ñacaniná va y viene a su gusto. Está liberada y es la mascota del refugio; se pasa la mayor parte del día debajo de la radio, el medio de comunicación, o recorre de una punta a la otra el escritorio de estudio, ubicado frente a los grandes ventanales, con una privilegiada vista hacia la selva misionera.
La serpiente eligió estos días ubicarse en uno de los estantes donde está parte de la primera colección de cráneos que se está realizando en Misiones, otro aporte de la estación. A un costado, el laboratorio cuenta con material de estudio y dos cascabeles que pronto serán liberadas, pero mientras tanto intimidan con esa música tan particular, cuando se sienten amenazadas.
Junto con Ariel, acá en medio de una compleja biodiversidad, Ángeles Rodrigué, estudiante del Centro de Altos Estudios en Ciencias Exactas (Caese) hace su pasantía y se lamenta porque muy pronto deberá volver a Buenos Aires. Son las dos únicas personas que por estos días trabajan en la estación biológica, aunque cada tanto siempre, alguien aparece.
Una de estas tardes, un grupo de jóvenes hombres de monte que se encargan de mantener los senderos y los trabajos en el campo, participaron de un breve curso de capacitación de manejo de serpientes.
Las elegidas para la demostración fueron las dos cascabeles, inmensas, respetables, peligrosas. La intención de los biólogos es hacer comprender a los pobladores de la zona que con los cuidados correspondientes, se las puede manejar sin tener la necesidad de matarlas, como lo hacen instintivamente los que se cruzan con ellas.
Temerosos y precavidos, con los equipos correspondientes, uno a uno fueron utilizando los bastones mientras escucharon las clase, sin despegar un solo instante la vista que vigilaba detenidamente los movimientos de estas cascabeles que intentaron huir hacia la selva, en todo momento.

A lo alto y a lo largo
El trabajo en medio de la reserva Yacutinga, acá, bien al norte de Misiones, continúa por estos días con el relevamiento integral de la herpetofauna, que con una idea más terminada sobre la variedad y la cantidad existente.
La selva no es heterogénea, insiste López. En esa variedad, explicó, hay que mirar a lo alto y a lo largo, para poder asociar, de acuerdo a la tendencia actual, “la biología de la conservación a la biología del paisaje. Con un concepto ecológico del paisaje que necesito definir para después analizar qué ocurre en ellos, qué especies hay, cuál es la dominante; recién después, con estudios más profundos, podremos salir a estudiar cómo se vinculan esos elementos entre si y porqué representan parches únicos”.
“Sabemos que en Sudamérica, a determinada altura, habitan ranas que nunca bajan a tierra; no tenemos ese trabajo así que con una adaptación de un trabajo de especialistas de Costa Rica, a nuestro presupuesto, a nuestras posibilidades para hacer un muestreo horizontal y vertical, emprendimos esa tarea que nos permitió colectar buen material. Ahora vendrá el despliegue de todo eso a gran escala, porque tenemos un montón de hectáreas, de paisajes, y hay que poner esas trampas que adaptamos y que funcionaron, y en unos tres años podremos tener una profunda idea de qué es lo que hay, darle relevancia a las características ambientales de cada ensamble de especies”.

Al final, chorizo…

Yo, El Pombero

Y bueno, nada. Yo estaba esperando un poco las novedades de esta semana como para comenzar nuevamente con mi acostumbrada columna, porque masiado mal mismo me quedé después que el Papa se murió y los amigos de él (guaú), lo guardaron un día más para hacer crecer la expectativa y juntar más gente todavía, con la esperanza de mostrar que la iglesia aún convoca.
Todo mal, porque el que masiado convoca es el Papa, pero el otro, el Juan Pablo II, no el cosito este que contento si que él se puso a saludar como que si ya no se sabía que estaba arreglado que lo elijan.
Pero algo hay que decir, la miércoles que no debe ser nada fácil ser para después de Juan Pablo II, porque mirá que el viejo juntó a todos y a ese si que lo querían…
Este de ahora no me gusta, para nada. Masiado conservador es. Imaginate que con esto, la iglesia retrocede como 400 años y chaque que si te descuidá, vuelven las misas en latín, de espalda a la gilada y hasta capaz que las mujeres tengan que entra con velos de nuevo a la iglesia.
Yo no se qué festejaba el mujererío del mundo: este no las quiere y si había alguna posibilidad de acercarlas a la iglesia, mmmm, me parece que van a tener que juntar sus ganas y marchar a seguir de segundonas, aunque en la parte real, sean las que mantienen vigente a la iglesia.
Qué loco todo, encima el que te dije parece que tiene parientes en Misiones y en Mendoza, y ahí andan todos los periodistas como locos tratando de hacerles hablar sobre un tipo al que nunca vieron en su vida y encima, seguro que si estos se le acercan, ni bola les va a dar porque la verdad que aquel no tiene mucha facha de simpático y mucho menos de carismático, pero bueno, cosas del club de fe que ellos mismos sabrán manejar, aunque se metan en la vida de los demás, y como dueños de la verdad quieran venir a decirnos qué está bien y qué está mal, como siempre acostumbraron.
Vo ya me conocé: sabés que yo digo mismo lo que pienso y ni miedo le tengo a todos esos cabezones, sean de allá o de acá, o de dónde quieran, así que también sabés que yo no hago propaganda a nadie pero te viá decí que es como necesario que abras un poco los ojos y si podés, leete un poco El Código Da Vinci, un librazo de aquellos que mamita querida, te deja todo flojito cuando te metés en la historia, aunque a muchos no les guste y aconsejan no leerlo.
Ahora hay que ver que hace el gobernador Reviro con este Papa, si va a ir a visitarlo o no: yo haría apuestas porque estoy seguro que va a querer ir y tener la foto, porque él si que le guuuuuuuuuuuuusta figurar y no le va a importar mucho con quien se saca fotos, sino fijate las de la inauguración de la Municipalidad de Posadas, o en la Costanera, cuando era intendente.
Y hablando del quetejedi, vo podés creer que aprovechó que el Papa Juan Pablo se murió para anunciar que la Ruta Costera 2, esa que tiene nombre en inglés, también se va a llamar Papa Juan Pablo II. Está todo bien, pero a mi ese nombre no me gusta, y eso que yo era fanático del viejo, pero me parece que ya es demasiado curerío para tan poca fe, je je je.

Pepirí Miní, una postal viva de las colonias esencieras de hace 100 años

Pepirí Miní, una postal viva de las colonias esencieras de hace 100 años

Están rodeados de áreas protegidas y viven de la producción de esencia de citronella

Así habrá sido al principio. La Colonia Pepirí Miní puede ser una muestra de la forma en que comenzó la vida de los productores en Misiones. Son 22 familias que viven como hace 100 años, lejos de la globalización, sin luz eléctrica ni teléfonos. Además producen casi todo lo que consumen.

COLONIA PEPIRÍ MINÍ. Parece una vieja postal. El rojo intenso del único camino, angosto, que corre paralelo al río Uruguay contrasta con los arbustos de hojas largas y afiladas que crecen por todos lados. Son las plantas de citronella que dan sustento económico y razón de ser a un poblado de 22 familias que viven detenidas en el tiempo.
Es una angosta franja semiplana de unos dos mil metros de largo, y no más de cuatrocientos de ancho, ubicada entre el río y un paredón natural todavía recubierto de selva paranaense. Es el último pedazo de suelo misionero, arrinconado por los cerros, donde sólo se escuchan radios del Brasil y la lengua cotidiana es una mezcla de portuñol y portugués.
Nadie sabe con certeza cuántos años tiene la colonia Pepirí Miní, en el municipio de El Soberbio, pero la mayoría vivió toda su vida aquí, al lado del río, mirando a la enmarañada mata verde del otro lado de la costa que se yergue imponente: el parque Estadual do Turvo, de 17 mil hectáreas. Y de este lado son parte de la reserva de biosfera Yabotí, de 253 mil hectáreas, pero esa es una historia que prácticamente desconocen.
La vida transcurre con la luz del día, en torno de la producción de esencia de citronella. Todos tienen un alambique y hay un par que lo comparte. No saben de días patrios ni de feriados y la Navidad o el Año Nuevo los encuentra recién al día siguiente, porque se acuestan temprano, después de la cena familiar. Las pocas fiestas se realizan por lo general en torno de la escuelita o de algún casamiento o bautismo, con novios y padrinos siempre de la misma religión.
Es gente de trabajo, incansable y saludable. Cultivan y producen prácticamente todos los alimentos que consumen, ya sean aquellos que brinda la tierra como los que pueden elaborar.
La colonia Pepirí Miní tiene poco más de 100 pobladores. Está ubicada a unos dos kilómetros aguas abajo del destacamento del mismo nombre de la Gendarmería Nacional, y a unos 55 kilómetros aguas arriba de El Soberbio, el poblado más cercano y con el que se comunican por agua, en caicos, esos botes de madera de fabricación casera, que por lo general hacen de un árbol ahuecado. Por tierra, unos 60 kilómetros los separan de El Soberbio, pero el último tramo, es transitable sólo para vehículos especiales, o a pie. Es común ver perdidos en la nada a algunos hombres, saliendo en medio de la selva hacia el camino que une los saltos del Moconá con El Soberbio.
Son personas sencillas, amables, reservadas. Hacen sus comidas y sus propias ropas (en todas las casas hay una máquina de coser), así como sus casas o sus reparaciones; lograron conformar una sociedad con sus reglas propias, estrictas pero solidarias, con una profunda base religiosa, donde la sanción, cuando es necesaria, pasa siempre por lo moral.
Más de 100 personas viven a diario una vida particular; tranquila y saludable, sin las comodidades de la ciudad pero sin sobresaltos. No hay luz eléctrica, teléfonos ni televisores y las heladeras son a gas o a kerosene. Se juntan bajo la sombra de un árbol o en las galerías elevadas de sus casas de madera. Hay mucha paz y un entrañable silencio. Son todas personas humildes, todas muy prolijas, limpias al extremo y sumamente trabajadores. Alguna vez leyeron que la desnutrición era un problema de la superpoblada Africa, "pero acá es imposible; acá nunca vimos eso".

El verde poblado
Acá todo es verde, salvo la calle y el río. Todas las casas son de tablas. La Colonia Pepirí Miní está asentada sobre tierras privadas pero sus ocupantes saben que no serán molestados, porque están así desde que tienen memoria, e incluso, desde antes. Forman parte de las tierras privadas que a su vez integran la mal tratada reserva (según la Unesco) de Biosfera Yabotí, de más de 253.000 hectáreas pertenecientes a los ecosistemas de la Pluviselva Subtropical con áreas naturales protegidas, la misma que linda río de por medio con el Parque Estadual do Turvo, una de las zonas núcleo de la Reserva de Biosfera de la Mata Atlántica de Brasil.
Esta colonia que hoy no tiene posibilidades físicas de expansión pudo haber nacido cuando la compañía que explotaba la forestación de la zona, hace unos 100 años, desmontó esta barranca para que paste el ganado que arrastraba la madera del desmonte hacia el río, para las jangadas que bajaban por el Uruguay. Los actuales pobladores de a poco se fueron quedando y a pesar del aislamiento, tienen todo lo que creen necesitar: un aula satélite ahora con paneles solares provisto por una empresa privada de Canadá, una pequeña capilla y la solidaridad de sus pobladores. La tierra le brinda el resto.
El lugar es increíble y tranquilo; las plantaciones de citronella abundan y se mezclan con las de mandioca, banano o mamón, que se observan a simple vista. El grado de dificultad de acceso o ingreso, por tierra, quizás justifique en parte la aislación del lugar, sostenida también por la voluntad de ese puñado de trabajadores incansables que ya están en sus tareas apenas amaga el sol. Es que no hay luz eléctrica y todo se debe hacer durante el día.
No hay salas de primeros auxilios y ante las urgencias, muy poco frecuentes, recurren a la Gendarmería. Ahora la escuelita (aula satélite de la escuela de Frontera 618) tiene un equipo de radio con el que se pueden comunicar, pero eso es nuevo, "gracias a un muchacho de la tele". El muchacho al que se refieren, y cuyo nombre desconocen, es Julián Weich, que con su programa sorprendió a la escuelita con un equipo de radio, juegos infantiles y un generador de energía que ahora fue reemplazado por los paneles solares de los canadienses.
La organización lógica y solidaria
La organización sui generis de una colonia particular no está reglada en los papeles sino que surge del sentido común y las necesidades colectivas. Cada uno atiende su propio trabajo, pero cuando un vecino está en apuros, todos dejan sus actividades y se dedican a ayudar al necesitado, sea para lo que fuere: desde construir una casa o un galpón, hasta la cosecha o la producción de esencia de citronella. Hubo pocos casos donde el fuego destruyó un alambique pero la respuesta solidaria (entendida como necesaria y lógica), no se hizo esperar. Así funciona la colonia. Así subsistirá la maestra Norma Holoveski durante todo el verano ya que "un error administrativo", de esos que se cometen en Posadas y nunca a favor del docente, le dió de baja en una escuela y olvidó darle el alta en la otra, y por lo tanto, no cobrará durante el receso.
Bajo la sombra de un paraíso unas pocas mujeres están reunidas, a la salida de la iglesia, en realidad una pequeña capillita de madera ubicada a un costado de la escuela. Se toman unos minutos antes de volver a sus casas a preparar el almuerzo. Al principio cuesta un poco sacarles información sobre la producción de esencia porque es una actividad que tienen tan internalizada que hasta les resulta extraño pensar cómo se hace para poder explicar.
La esencia de citronella es el sustento. Plantan y producen en el mismo lugar. Incluso el "esenciero" viene desde El Soberbio a comprarles la producción a la misma colonia, "y paga de contado, porque sino no se puede", explican con la lógica comercial.

Economía básica
Por estas épocas manejan dos precios: unos les paga por kilo de esencia (unos 800 cc) 13 pesos y el otro, 15 pesos. La producción promedio, con sus variantes lógicas, ronda los 180 kilos por cosecha y cada familia hace dos cosechas al año: es decir que producen 360 kilos de esencia por año, que representa entre 4500 y 5500 pesos anuales, de los cuales unos dos mil pesos se irán en gasto de producción, entre leña y peón.
Con el resto del dinero deberán pasar el año. En el caso de Arcenirio Rodríguez le resulta suficiente: "Somos dos en mi casa, con mi esposa y con eso tiramos, porque después, durante el año, vendemos huevos, grasa de chancho, o un chancho, y podemos vivir; la plata de la citronella vamos ahorrando", para comprar ropas, medicamentos y los pocos alimentos que no producen.
Los productos que cultivan y venden fuera de la colonia, y que acompaña a la producción de citronella son soja, maíz, esponja y porongo, en unas 220 hectáreas plantadas (para venta y consumo) en toda la colonia, de las cuales, unas 60 hectáreas corresponden a plantaciones de citronella. Cada productor tiene cerca de tres hectáreas de promedio plantadas.
La citronella al ser una plantación de tipo perenne conserva el suelo y el mantenimiento que requiere es mínimo. Se realizan dos cosechas al año, una durante el invierno y otra en verano.
De la destilación de este pasto se obtiene el citronelal o esencia de citronella que es comercializable. Para la obtención de la esencia a partir de la citronella se requiere de un alambique, instalados casi siempre cerca de pequeñas vertientes o arroyos porque el proceso de destilación requiere mucha agua (tienen cierre hidráulico y la leña es el combustible). El sistema funciona a fuego directo y a temperaturas altas y discontinuas.
Rodríguez cosecha la citronella y hace el trabajo de destilado. Después, con la ayuda de Lourdes, se dedican a las plantaciones anuales: mandioca, poroto, maíz, todo para consumo. Y el resto del tiempo, a la cría de los chanchos, vacas y las tareas comunes de la casa.
Algunos memoriosos creen que Colonia Pepirí Miní tiene más de cien años. Ahora son 22 familias, pero hace unos años éramos menos, aunque siempre son los jóvenes los que se van marchando, en busca de sus propios destinos. "Antes se trabajaba con hacha, con bueyes, echaban el árbol y lo llevaban con la jangada; nos quedamos sin trabajo y fuimos a pedir a los encargados para poder quedarnos; dijeron que si, y se fue quedando otra gente y se fue armando la colonia". Así se quedó Rodríguez en la costa argentina, donde nacieron sus hijos que suelen volver un par de veces por año, a recordar el aroma a citronella de la infancia, que hasta hoy permanece en el aire.

Costumbres caseras
Mientras el mate pasa de mano en mano en la galería, donde están reunidos los hombres, los olores que salen de la cocina se mezclan entre sí pero se puede percibir que el almuerzo tendrá pan casero fresco, y cerdo, conservado ya cocido en latas llenas de grasa. El poblado cambió muy poco en los 31 años que lleva el brasileño Arcenirio Rodríguez viviendo de este lado del río. Lourdes, su esposa, camina varias veces de la cocina al patio, hacia el horno de barro donde se cuece el pan. Ya tendió la mesa y preparó un jugo de mandarinas, de frutas cosechadas hace minutos de las plantas ubicadas a un costado de la casa, mientras el hombre atiende a los visitantes.
La limpieza de la casa familiar sobrepasa lo imaginable. Todo es muy modesto, pero prolijo y pulcro al extremo. Lourdes acepta, tímida, los merecidos halagos por la comida y el esposo, en un español esforzado, da detalles de la vida cotidiana, sencilla y de esfuerzo en un lugar desolado pero rico en historia.
La venta de la esencia de citronella, actividad que practican todas las familias, representa la única entrada de dinero dos veces por año. Después, sobrevivirán de la autoproducción y de la venta y el canje de productos caseros, huevos o carnes de cerdo y pollo en el pueblo, al que llegarán después de cuatro o cinco horas de remo.

Imponente Misiones

Imponente Misiones

Silencio. Los sentidos bien dispuestos. Ya estás en Misiones y comenzó el espectáculo. Los mil tonos de verde de la vegetación contrastan con el rojo furioso de la tierra y el color del agua, de sus cientos de arroyos. Es un lugar increíble para disfrutar. Es Misiones, el lugar para vivir la naturaleza, donde la tierra sin mal que despierta los sentidos, todos los sentidos. Un paraíso al alcance de todos.
Se estima que el hombre habita este lugar desde hace unos diez mil años. Hoy, Misiones cuenta con 500 mil hectáreas de zonas naturales protegidas, dos reservas internacionales (Reserva de Biosfera Yabotí y Parque Nacional Iguazú); dos Patrimonio Mundial de la Humanidad (las reducciones jesuíticas y las Cataratas del Iguazú), parques provinciales y su gente, su increíble crisol de razas siempre bien dispuesta a tender una mano amiga, hermanada por miles de caminos serpenteantes que cruzan paisajes.
Los cuentos y leyendas, sus más de dos mil especies de plantas, más de 400 especies de aves y algo más de cien especies de mamíferos son parte de la oferta que no termina ahí. Este paraíso ecológico cuenta también con más de 300 saltos y cascadas, innumerables correderas e incontables cursos de agua, para que la magia sea total. Para que nunca la quieras dejar.

El desafío de cuidar el patrimonio verde

El desafío de cuidar el patrimonio verde

Guardaparques en la selva paranaense

Pasan sus mejores años comprometidos con un trabajo arduo, peligroso y solitario, lejos de todo. Patrullan el monte en inferioridad de condiciones, buscando ilícitos. Ahí están, como parte del paisaje de Misiones.

PARQUE PROVINCIAL MOCONÁ. En la inmensidad de la selva el cielo nocturno se ve diferente al de las ciudades. Pareciera que las estrellas tienen un brillo especial, más reluciente, sobre esta increíble mata verde que alberga una de las biodiversidades más complejas del planeta: la Reserva de Biosfera Yabotí donde está emplazado el Parque Provincial Moconá, acá, en Misiones.
Durante una semana El Territorio compartió los días y las noches en este lugar, con los pocos habitantes registrados en varios kilómetros a la redonda: un solo guardaparques en Moconá; un joven cuidador, Ariel, a cargo del refugio turístico ubicado a unos ocho kilómetros y de ahí, a unos cuatro o cinco kilómetros más, que en la selva parecieran duplicarse o triplicarse, el destacamento Pepirí Miní de la Gendarmería Nacional, con otras seis personas en el lugar.
La Reserva de Biosfera Yabotí cuenta con más de 253 mil hectáreas de selva paranaense, ubicadas en la margen oeste del fabuloso río Uruguay, frente a otras 17.500 hectáreas que conforman la única reserva brasileña de monte nativo: el Parque Estadual do Turvo. De ste lado, el Parque Provincial Moconá aporta sus mil hectáreas a la biosfera, una zona donde la caza y la pesca, a pesar de las prohibiciones vigente, son moneda corriente y el desmonte de los gigantes de la selva, una práctica constante.

La recorrida
La patrulla partió temprano sobre un bote que remontó el río, desde antes de los saltos. El guardaparques Oscar Kuri y los gendarmes Miguel Kern y Francisco Garcete salieron a buscar ilícitos, por el Uruguay y el Pepirí Guazú,varios kilómetros arriba, hasta que una corredera infranqueable hizo de barrera natural. La zona, del lado argentino, es selva impenetrable aunque existen trillos de cazadores y algunos caminos de obrajes olvidados. Del lado brasileño, innumerables casitas de madera y algunos galpones productivos se van visualizando en medio de lo poco que queda de monte, acá donde el Pepirí Guazú es un río de frontera, impenetrable desde el lado argentino, mientras una carretera, del otro lado, corre a través de los campos donde antes hubo monte.
A pesar de las prohibiciones, la caza y la pesca son prácticas habituales que los guardaparques y gendarmes salen a combatir: redes, espineles, trillos, armas, restos de improvisados campamentos, batería de cocina de campaña, botes precarios y hasta basura dan testimonio de la situación, en una zona donde los recursos de las fuerzas nunca alcanzan siquiera para las tareas mínimas, contrarrestadas por el ingenio y el compromiso de aquellos que eligieron esta vida, lejos de todo, en medio de la misteriosa y enigmática selva que, según la tradición, alberga también a los personajes de los mitos y leyendas que según el montaraz, “existen de verdad”.

La vida
La selva es impresionante. Aún estos hombres que pasan la mayor parte de su vida rodeado o dentro de ella, se toman un minuto para mirarla, varias veces al día, como una ceremonia o diálogo personal, privado, imposible de adivinar. Esa mata alberga unas dos mil especies vegetales de las cuales, más de doscientas son arborescentes y unas mil especies de animales vertebrados, entre las que se destacan más de 500 especies de aves y unos cien de mamíferos, además del incalculable número de insectos y artrópodos que aún quedan sin clasificar.
La patrulla de guardaparque y gendarmes incluyó dos salidas: por agua, río arriba, donde persiguieron a dos probables cazadores que lograron escapar en medio de la maleza, y dos días después, por tierra, donde incautaron material de pesca y de campamento, y una enorme cantidad de kilos de peces que fueron donados a una aldea guaraní de la zona.
Transpirados, recubiertos de tierra y con los pies colorados por el esfuerzo, a pesar de la rutina, vuelven a la casa un rato antes que el sol comience a esconderse.
Hay mucha paz en Moconá. La radio del auto toca un chamamé mal sintonizado de una emisora de El Soberbio, ubicada a unos 80 kilómetros, de los cuales, 50 son de tierra, difíciles, con trepadas furiosas y bajadones intensos.
Cuando el sol comienza a despedirse, la ceremonia diaria de los guardaparques se vuelve rutina: "Atención, Cruce (Caballero, otro parque) para Moconá Moconá Moconáááá…": es la radio que los intercomunica todos los días, ubicada al lado de una foto de Horacio Foerster (el guardaparque que perdió la vida en servicio en Moconá), la radio que trae y lleva noticias, las que muchas veces le permite escuchar la única voz humana que suena en varios días y que a la vez, hace saber que están bien, de pie para otra jornada intensa y de protección de este paraíso que los misioneros tienen el privilegio de custodiar para el mundo, en un lugar donde hoy y mañana es exactamente igual al día en que se escribió este artículo.

Antecedentes y particularidades
En el año 1967, Juan Alberto Harriet y León Laharrague donaron estas 999 hectáreas a la provincia, frente a los saltos del Moconá, pero recién el 4 de julio de 1988 crearon, de manera oficial, el Parque Provincial Moconá (del guaraní: “el que todo lo traga").
El 1 de diciembre de 1993 declararon al tramo del río Uruguay comprendido entre las desembocaduras de los arroyos Yabotí y Pepirí Guazú, donde están los saltos, como Monumento Natural Nacional.
Tanto la biosfera Yabotí como el parque Moconá son áreas amenazadas por la desaprensión del hombre: albergan especies endémicas de la flora y fauna, como la Dyckia brevifolia (vegetal), que crece sólo en las márgenes rocosas de los rápidos del arroyo Yabotí y del río Uruguay (y en Centroamérica); y de especies animales como el yaguareté, la harpía, el carpintero cara canela, la yacutinga y el tapir que están en estado crítico de conservación mundial.
En el Parque también hay restos de la arqueológía guaraní, también con el riesgo de desaparecer, ubicadas a orillas del río, en terrenos inundables.
Frente a la casa del Parque el gran playón de una pista de aterrizaje que no fue se va regenerando, con pastizales y especies nativas que implantaron para tratar de recuperar el paisaje. Detrás, el imponente paredón verde de selva se deja observar, e impresiona, mientras el mate pasa de mano en mano entre los que descansan en el pequeño hall de la casa de los guardaparques"

Desnutridos rurales

Desnutridos rurales

Más del 50 por ciento de los niños aborígenes de Ruiz de Montoya tienen problemas alimenticios

Existe un problema que no encuentran solución: la desnutrición de los aborígenes aumenta en cantidad. Se estima que la tasa de mortalidad es del quince por ciento, una exageración al contrastarla con la media nacional, que es del quince por mil.

“Y el problema nuestro es la falta de tierras. Ese es nuestro problema. Con la leche fortificada pudimos mejorar un poco pero ahora ya no hay más”, cuenta Hilario Acosta, cacique y agente sanitario de la aldea Tacuapí, en Ruiz de Montoya, al definir primero la causa y después el problema que los afecta.
El cuadro de desnutrición que padecen los aborígenes, y sobre todo los niños, es grave, señalan los profesionales de una zona donde viven unos 480 aborígenes, de los cuales, cerca del 30 por ciento (unos 130) son niños.
Hilario, joven cacique que se ocupa de la salud de su gente, aseguró a Contexto que el problema es estructural, y que tiene relación directa con la propiedad de la tierra y las extensiones: “en mi comunidad hay un problema con las tierras y sabemos que tenemos que recuperarlas, porque falta lugar para tener las plantaciones. Pasa que tenemos que tener algún espacio propio para ir generando alimentos. Por eso no tenemos plantaciones”, indicó.
Hilario sabe, y lo admite, que con leche fortificada, que logran con una mezcla con aceite, “los chicos se desarrollan mejor. Pero cuando termina eso, que dura unos meses, empiezan a bajar de nuevo de peso. En una oportunidad no recibimos leche por tres meses y ahí volvió la desnutrición. Nosotros plantamos todo lo que comemos, pero poquito, por que no es para todos; cada casa tiene su huerta. Cada uno planta lo suyo pero no tenemos espacio para plantar: las tierras que ocupamos apenas nos permite tener 20 casas para 148 personas”, ubicadas en un total de 17 hectáreas, que pueden utilizar pero que tampoco les pertenece.

Situación crítica
Más de la mitad de los niños aborígenes de la zona de Ruiz de Montoya está desnutrida, según datos de un relevamiento que estuvo a cargo de profesionales y que se realizó entre este y el año pasado.
La gran causa de esa desnutrición, coinciden los especialistas, es la falta de tierra y los recursos para alimentarse que los adultos ya no logran conseguir, como la caza o la pesca, y se limitan a los que pueden recoger en las chacras vecinas o trabajar en las tarefas de la zona, en actividades que no les son propias.
En la actualidad, por distintas razones, los aborígenes de la zona deben buscar recursos para sobrevivir, desprotegidos, en lugar de poder preservar su cultura y que ahora también se ven afectado por lo que la doctora Mariana Mampaey, la especialista que trabaja para recuperarlos de la desnutrición desde hace más de diez años, llama “la última causa de una larga cadena de males que viene sufriendo esta cultura guaraní. Hace diez años estoy trabajando acá en Ruiz de Montoya, como médica de la provincia y asistimos en forma periódica a las comunidades.

-¿Cuál es el cuadro de situación?
-La gran desnutrición de los niños y lo que traen aparejado después: una falta de desarrollo del cerebro, es decir, que no pueden desarrollar el potencial genético con el que nacieron, porque hasta la terminación del embarazo, mas o menos, los chicos adentro de las panzas, en la gestación, toman lo que necesitan, pero después si la madre está desnutrida y no tiene leche suficiente, se empiezan a desnutrir y el cerebro no se puede formar bien, decae la capacidad intelectual y trae aparejado después, una falta de poder capacitarse, de poder formar su opinión, lo que deriva en la muerte de la cultura y no sólo en la de la persona.

-¿Esta situación se puede revertir?
-Es muy difícil, quizás la única forma sea la entrega de tierras suficientes y buenas para que puedan sobrevivir dignamente ya que no pueden volver a lo que eran antes.

-¿Qué pueden hacer ustedes como médicos, más allá del seguimiento?
-Yo lo que hago acá es lo que me manda Salud Pública, que es pesar los niños, cuidar que estén vacunados, aunque la vacunación no sirve de mucho porque hay muchos chicos desnutridos que aunque se los vacune, no logran anticuerpos. Controlamos la desnutrición y las enfermedades, que son las consecuencias de la desnutrición. La mayoría de los chicos aborígenes que se nos mueren acá son por problemas respiratorios o por problemas intestinales. En un tiempo, que fue hace dos años, tuvimos una subvención para comprar alimentos y hacer un plan de recuperación de desnutrición ambulatoria, en las que se les daba cuatro kilos de leche, un litro de aceite, un kilo de azúcar y con eso se preparaba una leche más espesa y daba mas calorías a la leche, que realmente lograba recuperarlos, pero no contamos más con esos recursos. Ahora recibimos leche del Gobierno: dos kilos por chico hasta los 6 años, pero necesitas cuatro kilos por mes por cada chico; tampoco alcanza para hacer esta leche hipercalórica que se realizó en Salta en el Centro Nacional de investigaciones Nutricionales y funcionó muy bien y que es barata: una de las formas más económicas de recuperar desnutridos.

A la buena de Tupá…

Es una paradoja pero es real. Los niños aborígenes, asentados en zonas rurales donde la producción de la tierra es la base de la economía, están desnutridos. Y esa desnutrición no está comenzando sino que se detectó hace al menos diez años.
Algunas de las comunidades del municipio están a cinco kilómetros del poblado y otras, ubicadas hasta a unos 25 kilómetros. Algunos aborígenes ocupan chacras que pertenecen a los colonos y que les permite quedarse en el lugar, utilizar las tierras.
Pero existen casos contrarios, como el de diciembre, cuando un grupo de aborígenes debió abandonar las tierras que ocupaban desde hace tiempo y salir a un predio donde no tenían nada plantado, ni nada para comer.
Tanto los aborígenes como los especialistas que trabajan en forma directa con esta problemática entienden que el problema parte de la falta de tierras, para repercutir después en distintas problemáticas: sin terrenos donde desarrollarse, con arroyos y cursos de agua contaminados, sin animales para cazar, la situación se torna conflictiva.
Según un estudio que tomó estado público esta semana, en la zona existen más del 55 por ciento de los niños aborígenes con un grado importante de desnutrición, sin tener en cuenta a los adultos que también están desnutridos, con embarazadas de bajo peso para la edad de gestación que presentan.
El problema es tan grave que ni siquiera se pude confeccionar la tasa de mortandad (porcentaje que surge del contraste entre las actas de nacimiento y de mortandad) porque la gran mayoría de estos niños nacen y mueren sin registros. O sobreviven sin documentos de identidad.
De todas maneras, un estudio aproximado indica que la tasa de mortandad de los niños aborígenes es del quince por ciento, una exageración al compararla con la tasa de mortandad nacional, que es del quince por mil.

(Foto temática: gentileza de Claudio Mamin).

“Mi pincel tiene hilos y punta de acero”

“Mi pincel tiene hilos y punta de acero”

Lidia klein es una reconocida artesana de Puerto Rico. Se dedica a bordar en sus tiempos libres, desde hace 18 años. Ganó premios internacionales, tres años consecutivos.

Por Diego Gómez
Durante el día su atelier es algo poco convencional. Un negocio de venta de repuestos de vehículos aloja a Lidia, sus hilos, sus bastidores y sus ideas. Esas mismas manos de artista, con las que a través de las puntadas aprendió a lo largo de su vida a reflejar el mundo, su mundo, también las utiliza para atender a los clientes que, a cada rato y por suerte, ingresan al local, interrumpiendo la inspiración motivada por su gran pasión: bordar.
“Aprendí a bordar a los cinco años, cuando mi mamá nos enseñaba a enhebrar la primera aguja”, recuerda el tiempo pasado con nostalgia y asombro. A fin de cuentas, durante casi toda su vida se vio acompañada por finas líneas de diversos colores, “después viendo, probando, mirando revistas, empezando a dibujar, haciendo los diseños, una va aprendiendo, inventando; va creando…”
Lidia se considera artesana por el simple y a la vez complicado motivo de ser ella la creadora de todos sus diseños y hasta algunos puntos. Sabe jugar con su herramienta de expresión, sabe mezclar ideas y técnica. “El artesano es artesano porque crea, porque si no sería copiar de otro que ya creó; eso también es honestidad con uno mismo”, replica poniendo en práctica y tratando de demostrar los códigos impuestos en el ambiente del que forma parte y que la reconoce. “Gané dos años seguidos el segundo premio y después este año el primero”, comenta más que orgullosa, y para dar fe de lo expuesto en sus palabras, abre uno de los cajones del escritorio sobre el que está apoyada y entre un sin fin de papeles y revistas de bordado, saca a relucir sus diplomas de honor. No es para menos. Durante tres años seguidos obtuvo esos diferentes reconocimientos (en el rubro textil) en la Exposición Internacional de Artesanos, organizada por Fundart en la ciudad de Córdoba (sede Iberoamericana), durante cada Semana Santa.

Apasionada
“El premio sólo es un reconocimiento, pero te da muchas posibilidades de exponer en otros lugares del mundo. Esto también se hace en España y en otros países, aunque los costos para exponer son caros. Cada artesano, que no tiene otro medio más que su trabajo, se ve limitado en lo que puede llegar a hacer en el exterior…”, argumenta y se incluye dentro de esta generalidad.
Su hobby también demanda sacrificios, pero Lidia está convencida de transitarlos, siempre con el objetivo de continuar y sobre todo de mejorar. “Yo, para salir a concursar, tengo que dejar lo que me da de comer (la repuestería). Opté entonces por tomarme esos quince días que duran las ferias como vacaciones. No podés dejar el trabajo sabiendo que lo que hacés no alcanza siquiera para cubrir tus gastos”, afirmó.
Lidia conoce y es conciente de la realidad. Sabe que tiene a cargo una familia que la apoya en sus emprendimientos personales, como también responsabilidades que cumplir. Por eso, sabe también utilizar este arte como punto de fuga o válvula de escape a los problemas cotidianos; “sin embargo hay días en que estás decaída o poco inspirada y ni siquiera podés lograr los colores, igual que el pintor que algunas veces deja una tela para seguirla después; esto es igual, mi pincel tiene hilos y punta de acero”.
A los 60 años, esta artista local expuso entre líneas que recién comenzó, y que el conocimiento y la innovación son sus motores fundamentales, capaces de superar los dolores de las malas posturas durante horas de bordado, imposibles de recuperar ni siquiera con el costo de sus creaciones.
El artista siempre se ve motivado por una pasión, su fuera creadora y un espíritu particular, pero su característica fundamental es querer compartir con sus pares su forma onírica de ver el mundo: “lo que vos creás es una expresión del alma”.

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Correo electrónico: klbordados@yahoo.com.ar
Teléfono 03743- 420407 / 320. Dirección: Padre Lassberg 281 (3334) Puerto Rico, Misiones.

¡¡¡Feliz Primavera!!!

¡¡¡Feliz Primavera!!!

El 21 de septiembre comienza la primavera en el hemisferio sur. Y es, además, el Día de la Primavera, fecha en que también se celebra el Día del Estudiante, del Economista Católico, de los Artistas Plásticos, del Fotógrafo, del Perfumista y del Trabajador de la Sanidad Argentina, entre otros.
Contexto saluda a todos los que hoy celebran su Día, con dos menciones especiales: a los estudiantes y a los fotógrafos: a los reporteros gráficos, de El Territorio, cuyas fotografías suelen ilustrar las notas de la edición en papel de esta publicación, y a Horacio Baumgratz, Miguel Vera y Claudio Sosa, cuyos trabajos ilustraron la revista.
Feliz Día de la Primavera para todos.