Desnutridos rurales
Más del 50 por ciento de los niños aborígenes de Ruiz de Montoya tienen problemas alimenticios
Existe un problema que no encuentran solución: la desnutrición de los aborígenes aumenta en cantidad. Se estima que la tasa de mortalidad es del quince por ciento, una exageración al contrastarla con la media nacional, que es del quince por mil.
Y el problema nuestro es la falta de tierras. Ese es nuestro problema. Con la leche fortificada pudimos mejorar un poco pero ahora ya no hay más, cuenta Hilario Acosta, cacique y agente sanitario de la aldea Tacuapí, en Ruiz de Montoya, al definir primero la causa y después el problema que los afecta.
El cuadro de desnutrición que padecen los aborígenes, y sobre todo los niños, es grave, señalan los profesionales de una zona donde viven unos 480 aborígenes, de los cuales, cerca del 30 por ciento (unos 130) son niños.
Hilario, joven cacique que se ocupa de la salud de su gente, aseguró a Contexto que el problema es estructural, y que tiene relación directa con la propiedad de la tierra y las extensiones: en mi comunidad hay un problema con las tierras y sabemos que tenemos que recuperarlas, porque falta lugar para tener las plantaciones. Pasa que tenemos que tener algún espacio propio para ir generando alimentos. Por eso no tenemos plantaciones, indicó.
Hilario sabe, y lo admite, que con leche fortificada, que logran con una mezcla con aceite, los chicos se desarrollan mejor. Pero cuando termina eso, que dura unos meses, empiezan a bajar de nuevo de peso. En una oportunidad no recibimos leche por tres meses y ahí volvió la desnutrición. Nosotros plantamos todo lo que comemos, pero poquito, por que no es para todos; cada casa tiene su huerta. Cada uno planta lo suyo pero no tenemos espacio para plantar: las tierras que ocupamos apenas nos permite tener 20 casas para 148 personas, ubicadas en un total de 17 hectáreas, que pueden utilizar pero que tampoco les pertenece.
Situación crítica
Más de la mitad de los niños aborígenes de la zona de Ruiz de Montoya está desnutrida, según datos de un relevamiento que estuvo a cargo de profesionales y que se realizó entre este y el año pasado.
La gran causa de esa desnutrición, coinciden los especialistas, es la falta de tierra y los recursos para alimentarse que los adultos ya no logran conseguir, como la caza o la pesca, y se limitan a los que pueden recoger en las chacras vecinas o trabajar en las tarefas de la zona, en actividades que no les son propias.
En la actualidad, por distintas razones, los aborígenes de la zona deben buscar recursos para sobrevivir, desprotegidos, en lugar de poder preservar su cultura y que ahora también se ven afectado por lo que la doctora Mariana Mampaey, la especialista que trabaja para recuperarlos de la desnutrición desde hace más de diez años, llama la última causa de una larga cadena de males que viene sufriendo esta cultura guaraní. Hace diez años estoy trabajando acá en Ruiz de Montoya, como médica de la provincia y asistimos en forma periódica a las comunidades.
-¿Cuál es el cuadro de situación?
-La gran desnutrición de los niños y lo que traen aparejado después: una falta de desarrollo del cerebro, es decir, que no pueden desarrollar el potencial genético con el que nacieron, porque hasta la terminación del embarazo, mas o menos, los chicos adentro de las panzas, en la gestación, toman lo que necesitan, pero después si la madre está desnutrida y no tiene leche suficiente, se empiezan a desnutrir y el cerebro no se puede formar bien, decae la capacidad intelectual y trae aparejado después, una falta de poder capacitarse, de poder formar su opinión, lo que deriva en la muerte de la cultura y no sólo en la de la persona.
-¿Esta situación se puede revertir?
-Es muy difícil, quizás la única forma sea la entrega de tierras suficientes y buenas para que puedan sobrevivir dignamente ya que no pueden volver a lo que eran antes.
-¿Qué pueden hacer ustedes como médicos, más allá del seguimiento?
-Yo lo que hago acá es lo que me manda Salud Pública, que es pesar los niños, cuidar que estén vacunados, aunque la vacunación no sirve de mucho porque hay muchos chicos desnutridos que aunque se los vacune, no logran anticuerpos. Controlamos la desnutrición y las enfermedades, que son las consecuencias de la desnutrición. La mayoría de los chicos aborígenes que se nos mueren acá son por problemas respiratorios o por problemas intestinales. En un tiempo, que fue hace dos años, tuvimos una subvención para comprar alimentos y hacer un plan de recuperación de desnutrición ambulatoria, en las que se les daba cuatro kilos de leche, un litro de aceite, un kilo de azúcar y con eso se preparaba una leche más espesa y daba mas calorías a la leche, que realmente lograba recuperarlos, pero no contamos más con esos recursos. Ahora recibimos leche del Gobierno: dos kilos por chico hasta los 6 años, pero necesitas cuatro kilos por mes por cada chico; tampoco alcanza para hacer esta leche hipercalórica que se realizó en Salta en el Centro Nacional de investigaciones Nutricionales y funcionó muy bien y que es barata: una de las formas más económicas de recuperar desnutridos.
A la buena de Tupá
Es una paradoja pero es real. Los niños aborígenes, asentados en zonas rurales donde la producción de la tierra es la base de la economía, están desnutridos. Y esa desnutrición no está comenzando sino que se detectó hace al menos diez años.
Algunas de las comunidades del municipio están a cinco kilómetros del poblado y otras, ubicadas hasta a unos 25 kilómetros. Algunos aborígenes ocupan chacras que pertenecen a los colonos y que les permite quedarse en el lugar, utilizar las tierras.
Pero existen casos contrarios, como el de diciembre, cuando un grupo de aborígenes debió abandonar las tierras que ocupaban desde hace tiempo y salir a un predio donde no tenían nada plantado, ni nada para comer.
Tanto los aborígenes como los especialistas que trabajan en forma directa con esta problemática entienden que el problema parte de la falta de tierras, para repercutir después en distintas problemáticas: sin terrenos donde desarrollarse, con arroyos y cursos de agua contaminados, sin animales para cazar, la situación se torna conflictiva.
Según un estudio que tomó estado público esta semana, en la zona existen más del 55 por ciento de los niños aborígenes con un grado importante de desnutrición, sin tener en cuenta a los adultos que también están desnutridos, con embarazadas de bajo peso para la edad de gestación que presentan.
El problema es tan grave que ni siquiera se pude confeccionar la tasa de mortandad (porcentaje que surge del contraste entre las actas de nacimiento y de mortandad) porque la gran mayoría de estos niños nacen y mueren sin registros. O sobreviven sin documentos de identidad.
De todas maneras, un estudio aproximado indica que la tasa de mortandad de los niños aborígenes es del quince por ciento, una exageración al compararla con la tasa de mortandad nacional, que es del quince por mil.
(Foto temática: gentileza de Claudio Mamin).
Existe un problema que no encuentran solución: la desnutrición de los aborígenes aumenta en cantidad. Se estima que la tasa de mortalidad es del quince por ciento, una exageración al contrastarla con la media nacional, que es del quince por mil.
Y el problema nuestro es la falta de tierras. Ese es nuestro problema. Con la leche fortificada pudimos mejorar un poco pero ahora ya no hay más, cuenta Hilario Acosta, cacique y agente sanitario de la aldea Tacuapí, en Ruiz de Montoya, al definir primero la causa y después el problema que los afecta.
El cuadro de desnutrición que padecen los aborígenes, y sobre todo los niños, es grave, señalan los profesionales de una zona donde viven unos 480 aborígenes, de los cuales, cerca del 30 por ciento (unos 130) son niños.
Hilario, joven cacique que se ocupa de la salud de su gente, aseguró a Contexto que el problema es estructural, y que tiene relación directa con la propiedad de la tierra y las extensiones: en mi comunidad hay un problema con las tierras y sabemos que tenemos que recuperarlas, porque falta lugar para tener las plantaciones. Pasa que tenemos que tener algún espacio propio para ir generando alimentos. Por eso no tenemos plantaciones, indicó.
Hilario sabe, y lo admite, que con leche fortificada, que logran con una mezcla con aceite, los chicos se desarrollan mejor. Pero cuando termina eso, que dura unos meses, empiezan a bajar de nuevo de peso. En una oportunidad no recibimos leche por tres meses y ahí volvió la desnutrición. Nosotros plantamos todo lo que comemos, pero poquito, por que no es para todos; cada casa tiene su huerta. Cada uno planta lo suyo pero no tenemos espacio para plantar: las tierras que ocupamos apenas nos permite tener 20 casas para 148 personas, ubicadas en un total de 17 hectáreas, que pueden utilizar pero que tampoco les pertenece.
Situación crítica
Más de la mitad de los niños aborígenes de la zona de Ruiz de Montoya está desnutrida, según datos de un relevamiento que estuvo a cargo de profesionales y que se realizó entre este y el año pasado.
La gran causa de esa desnutrición, coinciden los especialistas, es la falta de tierra y los recursos para alimentarse que los adultos ya no logran conseguir, como la caza o la pesca, y se limitan a los que pueden recoger en las chacras vecinas o trabajar en las tarefas de la zona, en actividades que no les son propias.
En la actualidad, por distintas razones, los aborígenes de la zona deben buscar recursos para sobrevivir, desprotegidos, en lugar de poder preservar su cultura y que ahora también se ven afectado por lo que la doctora Mariana Mampaey, la especialista que trabaja para recuperarlos de la desnutrición desde hace más de diez años, llama la última causa de una larga cadena de males que viene sufriendo esta cultura guaraní. Hace diez años estoy trabajando acá en Ruiz de Montoya, como médica de la provincia y asistimos en forma periódica a las comunidades.
-¿Cuál es el cuadro de situación?
-La gran desnutrición de los niños y lo que traen aparejado después: una falta de desarrollo del cerebro, es decir, que no pueden desarrollar el potencial genético con el que nacieron, porque hasta la terminación del embarazo, mas o menos, los chicos adentro de las panzas, en la gestación, toman lo que necesitan, pero después si la madre está desnutrida y no tiene leche suficiente, se empiezan a desnutrir y el cerebro no se puede formar bien, decae la capacidad intelectual y trae aparejado después, una falta de poder capacitarse, de poder formar su opinión, lo que deriva en la muerte de la cultura y no sólo en la de la persona.
-¿Esta situación se puede revertir?
-Es muy difícil, quizás la única forma sea la entrega de tierras suficientes y buenas para que puedan sobrevivir dignamente ya que no pueden volver a lo que eran antes.
-¿Qué pueden hacer ustedes como médicos, más allá del seguimiento?
-Yo lo que hago acá es lo que me manda Salud Pública, que es pesar los niños, cuidar que estén vacunados, aunque la vacunación no sirve de mucho porque hay muchos chicos desnutridos que aunque se los vacune, no logran anticuerpos. Controlamos la desnutrición y las enfermedades, que son las consecuencias de la desnutrición. La mayoría de los chicos aborígenes que se nos mueren acá son por problemas respiratorios o por problemas intestinales. En un tiempo, que fue hace dos años, tuvimos una subvención para comprar alimentos y hacer un plan de recuperación de desnutrición ambulatoria, en las que se les daba cuatro kilos de leche, un litro de aceite, un kilo de azúcar y con eso se preparaba una leche más espesa y daba mas calorías a la leche, que realmente lograba recuperarlos, pero no contamos más con esos recursos. Ahora recibimos leche del Gobierno: dos kilos por chico hasta los 6 años, pero necesitas cuatro kilos por mes por cada chico; tampoco alcanza para hacer esta leche hipercalórica que se realizó en Salta en el Centro Nacional de investigaciones Nutricionales y funcionó muy bien y que es barata: una de las formas más económicas de recuperar desnutridos.
A la buena de Tupá
Es una paradoja pero es real. Los niños aborígenes, asentados en zonas rurales donde la producción de la tierra es la base de la economía, están desnutridos. Y esa desnutrición no está comenzando sino que se detectó hace al menos diez años.
Algunas de las comunidades del municipio están a cinco kilómetros del poblado y otras, ubicadas hasta a unos 25 kilómetros. Algunos aborígenes ocupan chacras que pertenecen a los colonos y que les permite quedarse en el lugar, utilizar las tierras.
Pero existen casos contrarios, como el de diciembre, cuando un grupo de aborígenes debió abandonar las tierras que ocupaban desde hace tiempo y salir a un predio donde no tenían nada plantado, ni nada para comer.
Tanto los aborígenes como los especialistas que trabajan en forma directa con esta problemática entienden que el problema parte de la falta de tierras, para repercutir después en distintas problemáticas: sin terrenos donde desarrollarse, con arroyos y cursos de agua contaminados, sin animales para cazar, la situación se torna conflictiva.
Según un estudio que tomó estado público esta semana, en la zona existen más del 55 por ciento de los niños aborígenes con un grado importante de desnutrición, sin tener en cuenta a los adultos que también están desnutridos, con embarazadas de bajo peso para la edad de gestación que presentan.
El problema es tan grave que ni siquiera se pude confeccionar la tasa de mortandad (porcentaje que surge del contraste entre las actas de nacimiento y de mortandad) porque la gran mayoría de estos niños nacen y mueren sin registros. O sobreviven sin documentos de identidad.
De todas maneras, un estudio aproximado indica que la tasa de mortandad de los niños aborígenes es del quince por ciento, una exageración al compararla con la tasa de mortandad nacional, que es del quince por mil.
(Foto temática: gentileza de Claudio Mamin).
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