El jerarca nazi de la selva
Posadas. El mito de que Martin Bormann, el más fiel servidor de Adolfo Hitler, sobrevivió a la muerte de su jefe y terminó sus días en algún lugar de Sudamérica, lleva más de medio siglo de vigencia y alcanza a la ruina de una casa del actual Parque Provincial del Teyú Cuaré, en San Ignacio.
Protegida y destruida por la selva, los vestigios de una vivienda confortable, poco frecuentes para el lugar y la época, invisible desde el río, guardan el secreto de un hombre de aspecto alemán que nadie quiere o puede develar pero que los lugareños le asignaron una identidad: era Martin Bormann, el lugarteniente de Hitler, identificado en varias oportunidades a través de relatos y fotografías que aseguran que ese colono cincuentón, que se llegaba al pueblo a vender frutas y verduras empujando un carro, era el propio Bormann, andando y desandando los mismos caminos que recorrió Horacio Quiroga.
Son tres casas en ruinas, cubiertas por la vegetación y afectadas por el tiempo, las que conformaban el predio. En una de las paredes internas, una gran cruz esvástica gastada en el revoque de cemento le imprime mayor realismo “a la casa de Bormann”.
Fue una casa importante, grande, imponente, con bañera azulejada y caños que distribuían agua potable por dentro, con con sótano y habitaciones de resguardo, muy bien diseñadas, ubicadas estratégicamente para que la naturaleza la oculte entre sus ramas si alguien observa desde el río o de sde los campos de Paraguay, ubicados muy cerca.
Las casas muestran “las ruinas de un complejo de viviendas de tres casas con miradores y comodidades, construidas en los años 50, con las mismas piedras de las reducciones jesuíticas, para albergar a un hombre desconocido y solitario, que tenía guardias, y que desapareció a principio de los años 70.
No hay información oficial sobre la presencia de Bormann en Misiones, aunque si demasiados rumores, desde la época en que Juan Domingo Perón presidía la Nación y habría facilitado el ingreso de los criminales de guerra que se mimetizaron en Misiones, Córdoba y la Patagonia, además de Paraguay, Brasil, Chile y Uruguay, después que cayó Hitler.
Las ruinas de la casa habla de una vivienda imponente, enclavada en un lugar de privilegio, con una vista que permite controlar grandes extensiones de terrenos tanto en Argentina como en Paraguay, a simple vista. Los miradores estratégicamente ubicados y hasta los pozos donde se presumen que descendían a peones y empleados aborígenes para ser castigados, dan cuenta que ahí vivió alguien especial, que previó un sistema de vigilancia y de control. Si fue Bormann -dicen en el pueblo-, fue un hombre pacífico de poco trato con los vecinos y bastante parco, amparado quizás por su dificultad de hablar bien en español.
Después que desapareció, el monte avanzó sobre las viviendas y las destruyó, aunque las paredes en pie dan cuenta de la importancia de la residencia, en esta comarca tranquila, plagada de historias.
¿Caminó Martín Bormann las calles de arena de San Ignacio, la costa del río que inspiró a Quiroga? ¿Estuvo en Misiones el último hombre fiel a Hitler que, junto a Goebbels, los dos únicos testigos del casamiento del führer con Eva Braun, también fueron los que participaron de la decisión más importante de los hombres fuertes del régimen, cuando se acercaba el final: Hitler y Braun se casarían, harían testamento y luego se suicidarían.
El general de la SS
Bormann nació en 1900; con 25 años ingresó al nacionalsocialismo después de pasar por la cárcel por un crimen político. Fue general de las SS y jefe de Estado Mayor de Rudolf Hess. Cuando éste partió para Londres, Bormann lo sustituyó como jefe de la Cancillería y se convirtió en el hombre de confianza del Führer y en el ejecutor de sus órdenes, cuando apenas superaba los 40 años de edad.
La historia dice de Bormann que fue uno de los últimos que vio a Hitler con vida pero también que murió un día después de su jefe político, al intentar abandonar Berlín a través de las líneas soviéticas. En ausencia, fue juzgado en rebeldía y condenado a muerte por el tribunal de Nüremberg.
La higuera crece imponente sobre las piedras. La casa está destruida pero aún conserva muchas paredes en pie. La escalinata, la galería, las distintas habitaciones, el sótano y lo que parece ser una cocina no dicen mucho, aunque el baño, también destruido, muestra vestigios de lo imponente que fue.
"Los vecinos, los pobladores más viejos, están convencidos que acá vivió Bormann", explica como tantos otros, el guardaparques Marcelo Fleitas. "Sea verdad o sea mentira, es uno de los mitos del pueblo y ya se convirtió en una leyenda popular, porque tampoco nadie sabe quién otro pudo vivir acá", aseguró.
La confusión
Después de la caída de Hitler, la red internacional de partidarios nazi ayudó a sus adherentes a escapar hacia Buenos Aires, con la ayuda del Vaticano y la Cruz Roja, para pasar al anonimato. Juan Perón los protegió e incluso envió a Viena 8000 cédulas y 2000 pasaportes argentinos que distribuyeron entre los nazi, dicen.
Nadie supo más de Bormann: lo vieron en Europa, Bolivia, Paraguay, Chile y Argentina. El ADN de un cráneo hallado en Berlín confirmó, en 1998, que era el de Borman. Aún así, dicen que entró a América en 1948 como Ricardo Bauer y que murió en Paraguay en 1959.
Cuando EEUU recibió un informe sobre la presencia de Bormann, en "Posadas, provincia de Misiones", pidió al Gobierno argentino que investigara. Este ordenó a la Federal que fuera tras los pasos de Borman en "Posadas, provincia de Mendoza". La policía informó que esa ciudad no existía, y rápidamente abandonó la investigación.
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Horacio S. -