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Revista Contexto

“Le pedimos permiso al río... y le pedimos perdón”

“Le pedimos permiso al río... y le pedimos perdón”
Los expedicionarios de El Agua Manda, la travesía que unirá en dos kayack el nacimiento del río Uruguay –unión de los ríos Canoas y Pelotas en Brasil-, con Puerto Madero -en Buenos Aires-, pasaron tres días en el Moconá. Navegarán más de dos mil kilómetros durante casi tres meses para decirle “No“ a las papeleras. Hermann Feldkamp y los hermanos Juan Martín y Andrés Rivas, en un diálogo a fondo con Línea Capital, en el medio de la selva.

Parque Provincial Moconá (provincia de Misiones, Argentina). Llueve con fuerza en este rincón de Misiones y el calor afloja un poquito, pero sólo será por un rato. El Cucho, Adrián y El Flaco Hermann dan vueltas alrededor de una mesa y acomodan algunas cosas que hace minutos sacaron de los kayack para que no se mojen.

Trabajan en silencio, concentrados, repasando vaya a saber qué tramo de este Río de los Pájaros que recorren desde hace quince días, mientras un mate que sigue la ronda se detiene en una de esas manos que reman a favor de la vida.

Cuando el agua azota con fuerza, amenazando con llover por varias jornadas, Diego, el guardaparque, tranquiliza los ánimos: “en un rato para”, pronostica con sabiduría mientras continúa con su rutina, alterada desde el día anterior con la llegada de los tres entrerrianos que bajan el río Uruguay desde su nacimiento, en Machadinho –a unos 500 kilómetros de Florianópolis, la capital del estado de Santa Catarina-, en el límite de los estados de Santa Catarina y Río Grande do Sul, con la premisa de llegar a Puerto Madero, en Buenos Aires, dos mil kilómetros más adelante.

En la tarde del domingo 15 de enero y después de unos 550 kilómetros a remo cubiertos en dos semanas, los aventureros de esta historia llegaron a la Argentina, donde los recibió una serie de correderas que comienzan en la misma confluencia de los ríos Uruguay y Pepirí Guazú, que serpentea entre la mata verde de la Selva Paranaense que lleva por nombre, de un lado, Reserva de Biosfera Yabotí y del otro, Parque Estadual do Turvo.

Estaban ansiosos y temerosos. Los últimos cinco kilómetros entre la entrada a la Argentina y los saltos del Moconá –vocablo guaraní: el que todo lo traga– está repletos de correderas y hay piedras externas por todos lados. Tensos, por la presencia desconocida del Moconá un poco más abajo, se largaron esquivando y chocando piedras, nerviosos, expectantes, concentrados, mientras que un lobito de río se dejó descubrir y nadó con ellos un tramo, hasta que un dorado hizo un par de piruetas fuera del agua y fue el turno de las mojarritas, que escoltaron a los kayack por varios metros más, acá, en medio de este santuario natural donde habita el yaguareté y el pombero, el personaje místico de los cuentos y leyenda de la selva misionera.

Un día después, descansan en el Parque Provincial Moconá, en Misiones, rodeados de jóvenes de todo el país que acampan en el lugar y que se maravillaron con esta historia. Preguntaron, se interiorizaron, se comprometieron y aseguraron que salían a difundir por donde los encuentre el destino, esta campaña que se realiza para decirle NO a las papeleras de Fray Bentos, Uruguay, pero desde la acción que implica salir a conocer el río en toda su extensión, a hermanarse con los pueblos que habitan sus costas y a recoger la voz de los que se mojan los pie a lo largo de toda la vida en este río maltratado que a su vez puede regalar los paisajes únicos que se descubren a su entrada al país, en torno a este obra magnífica de la naturaleza y detrás de cada curva, en su descenso hacia el Río de la Plata.

Las charlas con el río amenazado

-¿Cómo van esas charlas con el río?

-Tuvimos oportunidad de charlar y de escucharlo –irrumpió Adrián-. Tuvimos desde el comienzo una muy buena conexión con el río, que varias veces nos dio señales: desde el río calmo, un lago, a la salida, hasta la impresionante corredera que nos agarró un poco antes de la frontera con Argentina donde tumbó uno de los kayack... y a eso también lo entendimos como un mensaje del río, que te da señales constantes.

O que te presenta a los hermanos brasileños que nos recibieron y abrazaron de una manera increíble –completó Hermann-: eso también es parte del río y te da mucha fuerza para seguir.

Como toda la gente que se interesó por nuestra movida –agregó Cucho-, como los del MAVI que están resistiendo a una represa que quiere sitiar nuevamente al río... y bueno, ellos se interesaron en nosotros y nosotros en ellos.

-¿Qué vieron en Brasil durante esta bajada?

-Cucho: que el río es un caballo domado; está muy contaminado. Las aguas bajan turbias...

-Andrés: las dos represas del Uruguay produjeron un impacto muy importante. La de Machadinho, afectó muy mal al ambiente, no hay insectos; está toda la cadena alimenticia afectada; no hay pájaros..., el agua está estancada y se produjo un impacto social muy grande porque cuando la represa los indemnizó al inundarles las tierra, pusieron el dinero en el banco y como siempre sucede en estos países, hubo un problema económico de los que conocemos, y se descapitalizaron. Fue un fuerte impacto para ninguna regalía.

-Hermann: en la represa de Itá, en cambio, la gente está conforme y de acuerdo con la represa, porque les dio un estilo de vida bueno desde el punto de vista económico; reciben regalías, hay muchas obras, en esos casos es difícil que la gente se oponga a esas obras porque se ocuparon de darles tantas cosas que se vuelve difícil discernir...porque se repartió y se sigue repartiendo mucho dinero. De todas maneras, la gente que vivía y dependía del río no está conforme y perdieron todo, pero son minoría.

-Y el ambiente, ¿está bien o está muy comprometido?

-Andrés: mucho más abajo de la represa, el río retoma su forman natural; notamos que los morros hacia arriba de las represas está bastante intacto, a pesar que en algunos lugares el agua subió 130 metros y en otros, hasta 150 metros, pero la mata quedó intacta y cuando pasás la represa, agua abajo, los cerros están overos; hay un fuerte impacto por la cría de chanchos, por ejemplo, donde la mierda está, literalmente, en el agua.

-Hermann: los chanchos y el tabaco, un cultivo sumamente nocivo para la tierra y para el río; no hay una gran industria pero no se qué es peor, porque existe una serie innumerables de galones que si bien no son muy grandes, su sumatoria habla de un fuerte impacto en el ambiente.

- Cucho: se ven muchos pescadores que pescan con redes... a pesar de la veda, pero de todas maneras dicen que no tienen otra chance laboral porque el subsidio que les paga el Gobierno es bajísimo. En algunos lugares como en Chapecó hay una discusión muy fuerte entre reforestar con pino y eucalipto o con flora autóctona. El secretario de Ambiente de Chapecó quiere reforestar con autóctona pero la propuesta de las empresas es siempre el monocultivo intensivo de pino y eucalipto. Primero vinieron y plantaron grandes extensiones y ahora tiene la excusa para poner las papeleras: es irrisorio pensar que el estado les da crédito para esa industria pero no para otros emprendimientos productivos.

“Bienvenida sea esta aventura...”

Diego, otro Diego, no el guardaparques, está encantado con los relatos que escucha. Sus ojos siguen con atención todos los relatos desde hace un par de días. Va y viene con los expedicionarios cuando estos se meten a los trillos del fabuloso Parque Provincial Moconá para conocer la gruta, los gigantes de la selva misionera o los helechos arborescentes. Se prende en la ronda de mates, de cartas; escucha con tanta atención que su necesidad de aprender, sorprende. Es que el también emprendió una aventura cuando se largó desde Oberá, a dedo, a través de caminos de selva y obraje para llegar a los saltos y dormir a la vera del camino, en un alojamiento improvisado. Pero esto es otra cosa: la expedición que lleva por nombre El Agua Manda, que protagonizan los hermanos Juan Martín (Cucho) y Andrés Rivas y “el flaco” Hermann Feldkamp, si que es una aventura en serio, y cómo contagia.

Diego será esa noche el encargado de la cena, un guiso sustancioso y suculento para once, quizás quince seguidores que ya consiguió la expedición en este inhóspito lugar. Mientras tanto, la primera entrevista desde la entrada a la Argentina, no quiere terminar.

En la charla, Cucho, Andrés y El Flaco mencionarán varias veces la impresión que les causó el río represado allá donde nace el Uruguay; la decisión del amigo brasileño que tomó su embarcación y se largó aguas abajo, durante una semana, sumando las primeras manos que presagió Eduardo Galeano cuando los saludó ante la inminente partida: “En esas seis manos, muchas manos remarán. Bienvenida sea esta aventura. Que les vaya muy pero muy bien en esas charlas con el río amenazado. Mi abrazo, nuestro abrazo”, envió el escritor uruguayo -que volvería a ser leído-, seguro de las respuestas de los pobladores del río.

Contarán también, estos tres aventureros que hoy bajan el Uruguay en dos pequeñas embarcaciones y bronceadísimos de tantas horas expuestos al sol, que lo más complicado fue aprender a navegar en las correderas, desconocidas, en los botes que van muy cargados con el equipo de supervivencia que incluye una parrilla e incluía “una sartén de tamaño contundente que la perdimos en una corredera”.

El periodista que pregunta los ve cómodo, dispuestos, contentos. Están llevando adelante un sueño que imaginaron por muchos años y que nunca supieron bien de qué se iba a tratar. Aunque ahora, cuando el sueño ya está en marcha, la mirada ya está puesta en la próxima aventura.

Hubo respuestas fuertes y picardías, acá, en medio de lo más imponente de la selva misionera. Pero la charla parecía que recién comenzaba...

-¿Por qué estás haciendo esto, Cucho, porqué estás acá?

- (Silencio). Vi en esto una forma de manifestarme...; es un sentimiento que vengo acumulando desde hace muchos años... una necesidad de hacer algo grande para generar, contagiar. Un sentimiento que tal vez está escondido en el corazón de uno desde siempre..., esto de hacer el río a remo es una gloria para mi porque si bien siempre estuvimos cerca del río, navegando, ahora hay una acumulación de cosas que se fueron procesando por muchos años y se dio justo cuando Hermann y Andrés decidieron que yo forme parte de este grupo y me sumé con toda la fuerza y el espíritu que se puede poner para hacer esto.

-¿Qué pensás cuando remás? ¿Cómo son tus charlas íntimas con el río?

- (Otro silencio). Son muchas cosas las que se van generando; por ahí se va pensando en el próximo paso; en cómo piensa la gente, cómo vas conociendo de a poco la situación de la gente, la situación del río, una realidad que viene a mi y que nunca pensé que podía verla cara a cara.... Es darme cuenta que la gente piensa que no queda mucho por hacer pero cuando nos vieron a nosotros es como que eso los sacudió y se da cuenta que todavía hay mucho por hacer... y te acompañan...

-Y vos Andrés, ¿por qué estás hoy acá?

-Es un sueño de toda la vida recorrer el río, en mi caso particular hace un tiempo que lo vengo planeando, viendo los lugares y bueno..., se dio acá: pusimos fecha y largamos. Creo que hay que conocer el río, cuidarlo, con un profundo respeto tratar de alterarlo lo menos posible; hay que tratar que esa alteración sea lo menos posible. Creo que generamos un disparador de integración, para comenzar a conocer los problemas del río; si lo entendemos como un todo, más allá de la frontera, creo que ya comenzamos a cuidarlo, pero se necesitan acciones urgentes. A mi me moviliza la necesidad de hacer algo ya; estamos en un momento límite donde si no tomamos conciencia ya y hacemos algo ya y no emprendemos acciones, el río se nos muere en las manos y lo dejaremos morir en nombre de estos planes de desarrollo que atentan contra nuestras vida y contra la naturaleza.

-Y tus charlas íntimas, ¿cómo son?

-Muy íntimas. Soy, el del grupo, el que cada vez está más metido para adentro..., cuando llegamos a cualquier lugar ellos salen siempre, primero, a hablar con la gente; exteriorizan más pero yo me quedo un poco más encerrado, por un rato quizás. Todo esto es muy fuerte. En lo personal, hace un par de años estoy teniendo un vínculo, una conexión muy fuerte con el río, bastante fuerte; estoy viendo qué pasa y cada vez me gusta más vivir cerca del río que de la ciudad. Trato de interpretarlo, de saber cuales son sus signos; estuve toda la vida en el río y poder andar y escuchar a la gente que vive a lo largo del Uruguay..., (pausa) no te das una idea del significado que tiene para mi. Lo mío pasa por pedirle permiso y pedirle perdón..., por lo que estamos haciendo.

-Hermann, ¿por qué estás en esta expedición?

-Desde hace un par de años que quería hacer una expedición pero nos sabía dónde. Me sentí fuertemente conmovido con toda esta movida que surgió en Gualeguaychú a partir de las papeleras. Andrés fue uno de los que luchó desde el principio con este tema y en cierta forma sentí que era el momento y era el lugar, y era el río que me llamó a que sea este el río y este el momento, junto a los hermanos Rivas, estos compañeros increíbles. Yo estuve alejado de la lucha contra las papeleras al principio, pero sentí que el río me llamó y la forma de participar y colaborar era esta; estar acá..., pedirle permiso para pasar..., conocer a su gente..., a mis hermanos, a las personas que el río nos hermana porque vivimos en su costa.

-Y esas charlas íntimas, ese pedirle permiso, ¿cómo es?

-Voy muy atento, estoy muy pendiente de la próxima curva, nutriéndome de todo lo que me da pero el río; me tiene muy atento; empecé a leer el río, me marca el paso, me dice cómo y por dónde ir; lo aprendí a navegar en estos días, que nos permitió ir pasando... tengo una comunicación muy fuerte con el río..., lo voy leyendo.... yo...., esto... Todo esto me conmueve mucho...., y le doy para adelante.

“Ya cambió..., claro que cambió”

-Cucho, ¿este viajé te va a cambiar la vida o no es para tanto?

-Ya me cambió; esto recién comienza, restan muchísimos kilómetros para Buenos Aires pero seguramente se irá dando forma, dentro mío, “un algo” que todavía no se qué es pero que me marcará el camino a seguir.

-¿A vos Andrés?

-Esto a mime cambió hace cuatro meses cuando encaramos el viaje. Se que el cambio es profundo y espero que sea para bien, aunque eso no lo puedo saber... Sin dudas que ya cambió mucho... por adentro y por afuera.

-Hermann...

-Estos últimos 17 días de esta primera etapa a mi me cambió la vida; en mi caso, se que es para bien, porque me enseñó muchísimo y me permitió vivir una experiencia que nunca antes había vivido, al menos no de esta forma, con tanto compromiso, con tanta enseñanza. Claro que me cambió.

-¿Cómo es viajar con los hermanos Rivas, Hermann?

-Es sumamente agradable; esto es un equipo, se formó una amistad muy grande, un respeto impresionante; lo principal para que esta excursión esté funcionando como está funcionando es porque viajo con dos grande amigos, sin dudas.

-Andrés, ¿cómo viajás vos con tu hermano y con El Flaco?

-Muy bien; el éxito que tuvimos hasta ahora tiene que ver con lo que logramos con el grupo; una de las cosas más difíciles de manejar son las ansiedades, porque todos pasamos por esos momentos, pero son pequeños momentos de crisis que no hacen crisis en el grupo. Hasta ahora la pasamos muy bien, nos divertimos mucho y creo que eso es lo que pudimos contagiar hacia afuera, que se nota en la recepción que tenemos de la gente.

-Cucho...

-Se viaja muy bien; estamos poniendo una fuerza de voluntad increíble, mucho respeto, muchísima tolerancia; las cosas funcionan como esperábamos y con mucha amistad de por medio. Nos acabamos de marcar para toda la vidas, juntos.

-Supongo que también hay algunos miedos... ¿por dónde pasan los miedos, para ustedes?

-Andrés: Yo tengo muchos miedos pero desde que dimos la primera palada ya sabíamos que esto llega a buen puerto; teníamos mucho miedo con el tema de las correderas, cómo se comportarían los botes en las correderas; teníamos miedo a los insectos, a los animales, a las víboras pero por ahora fueron cosas que no nos detuvieron; tenía miedo de la recepción de la gente; yo le tenía mucho miedo al Moconá, lo llevamos con mucha prudencia y salió todo bien. Pero a partir de lo que pude ver, ahora tengo miedo por el río, está mal, muy amenazado y temo que sea peor.

-Hermann: yo tenía miedo del tipo de gente que podía vivir a la vera del río en Brasil, un lugar totalmente desconocido para mi; también tenía miedo a cómo se iba a comportar el río, pero todos esos miedos se fueron diluyendo en esta primera etapa.

-Cucho: en cuanto a la expedición, mi único miedo era al fracaso, pero agarramos una confianza impresionante como grupo y en lo personal también, porque no sabía cómo se iba a comportar el cuerpo, por ejemplo, y se está portando muy bien, más allá de algunos calambres o cosas pasajeras. Mi mayor miedo pasa por la vida del río. Nosotros estamos de paso pero el río tiene que seguir su curso natural, y el miedo es a lo que puede llegar a pasar.

-Y las emociones, ¿por dónde pasan en un viaje como este?

-Cucho: Por todos lados, todos los días, todo el tiempo. Es una emoción tras otra...

-Hermann: Yo me emociono mucho... todo lo que estoy contando me emociona y cuando me doy cuenta que me pasa a mi, me pone muy sensible y bueno..., estoy cada vez mas sensible con todo esto....

-Andrés: A uno lo emociona mucho las respuestas de la gente, tanto en Brasil como en nuestros pagos, todos los que reman con nosotros. Vivimos muchos momentos mágicos, místicos; por ahí pasamos una corredera y sentís que se te acelera el corazón, que liberás tensiones, que todo salió bien y se liberan tantas energías que termina en una emoción. Hubo amaneceres y atardeceres en el río que son muy especiales; cuando se forma una tormenta y descubrís los colores que se forman en el cielo es muy especial..., son todas cosas que te emocionan muchísimo. Ayer, al llegar al Moconá, fue impresionante: veníamos casi llegando y apareció un lobito de río que estaba navegando a nuestro lado, saltó un dorado al lado del kayack y te juro que nos dio la sensación de que hasta las mojarritas celebraban nuestras llegadas. ¿Ves cómo uno se pone sensible? (risas). Cuando salimos vimos una coral y después carpinchos; pero en todo el trayecto del río no vimos nada; entonces de repente, ver la naturaleza como está acá, es impresionante. La entrada del Uruguay a la Argentina es realmente majestuosa; acá no hay tabaco, está la mata, está protegida y no se ve el paisaje tétrico que producen las represas. La llegada fue emocionante, queríamos llegar y veníamos esquivando piedras... chocando piedras... muchísimas piedras, y de pronto, esa recepción de la naturaleza es impresionante... muchísima ansiedad... y ahí estaba la señal de que nos estaban esperando, la remera de El Agua Manda colgada en una caña, en el medio de este paraíso increíble.

El día después...

Cuando vieron la remera, culminó la primera etapa del viaje. Estaban ya en la Argentina. Disfrutaron del Parque Provincial Moconá y lo transpusieron primero por tierra, a través de la Reserva de Biósfera Yabotí, para ir a recibir el abrazo que los padres de Juan Martín y Andrés les trajeron hasta El Soberbio, donde esperaron ansiosos la llegada de los tres hijos pródigos que ya no parió Entre Ríos, sino todos y cada uno de los pueblos que mojan sus costas con el agua del Uruguay, el río manso y el río bravo, el Río de los Pájaros.

Llueve con fuerza en este rincón de Misiones y el calor afloja un poquito, pero sólo será por un rato. El Cucho, Adrián y El Flaco Hermann dan vueltas alrededor de una mesa y acomodan algunas cosas que hace minutos sacaron de los kayack para que no se mojen. Entre ellas, un libro que los acompaña en este viaje.

El periodista lo tomó con una sonrisa y abrió una de las primeras páginas, donde releyó un pasaje olvidado: “Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos, ya habían nacido dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad)”.

Hay otras charlas y otros mates pendientes, por ahora después que lleguen a Puerto Maderos y el próximo..., por ahí, a la vuelta de algún recodo de otro río amenazado, cuando el agua mande.

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