Globalización de los Juegos Olímpicos
Por Enrique Oliva
En estos días cuando se ha hablado tanto de los Juegos Olímpicos, casi nadie ha hecho referencias a sus nobles principios originarios ni menos quejarse por los negocios que desvirtúan su larga historia, ahora bajo el capitalismo salvaje.
Ello no obstante, nos deja una gran lección a los argentinos. Atenas 2004 demostró que el justamente criticado individualismo criollo, pese a sus valores personales, cuando conforma un equipo alcanza el éxito. Si este ejemplo de nuestros heroicos jóvenes atletas (hombres y mujeres) lo aplicáramos sin sectarismos al desarrollo nacional, aseguraríamos el futuro de grandeza que soñaron y comenzaron nuestros mayores.
En base a la historia documentada, la idea de los Juegos Olímpicos surgió de un hombre llamado Oxilos, con el fin de obtener, a través del deporte, una tregua entre tres reyes en permanente conflicto: Ifitos de Élida, Licurgos de Esparta y Clistenes de Pisa. A iniciativa del primer monarca, se firmó un tratado escrito en un disco de piedra para garantizar la paz durante el evento, según lo escribe el periodista J. Antonio Hernández en Internet. Los primeros juegos se realizaron en el año 776 antes de Cristo en la ciudad de Olimpia, Grecia, repitiéndose cada 4 años.
Allí se competía en lanzamiento del disco y la jabalina, salto en largo, carreras pedestres, lucha, boxeo, carreras de carros, equitación y pancracio (una especie de combinación de boxeo y lucha). Las mujeres no podían participar ni presenciar los juegos porque los atletas debían competir rigurosamente desnudos. Esta norma cambió con el tiempo y la primer atleta olímpica fue Cinisca, hermana del rey Agelisao de Esparta: ganó la carrera de carros tirados por cuatro caballos.
Algunos ricos ayudaban a los atletas de su ciudad, para que se entrenaran, no como premio, porque el atleta era amateur (o aficionado), y participaban solo los ciudadanos griegos y sin antecedentes delictivos.
No se estimulaba el record (tampoco se había inventado el cronómetro), premiándose el estilo, la elegancia y perfección del físico. Por eso los griegos consideraban a la danza como la mejor gimnasia por su armonioso equilibrio, arte que destaca la plasticidad del cuerpo humano sin llevar a la sofocación. Durante las olimpiadas, que duraban cinco días, se desarrollaban numerosos eventos culturales como espectáculos de danza, teatro y poesía. Los memoristas recreaban poemas, donde se destacaban los creados por el poeta Homero, ciego y analfabeto, que vivió diez siglos antes de la primer olimpiada.
Caídos los griegos bajo dominio del Imperio Romano, los juegos olímpicos continuaron, siempre cada cuatro años, alternándose las sedes entre Atenas y Roma, manteniéndose en sus celebraciones las danzas y fiestas, agregadas a las evocaciones religiosas. Pero los juegos fueron prohibidos en el Siglo IV de nuestra era por el emperador romano Teodosio I (el Grande), nacido español y convertido al cristianismo. La razón invocada fue el considerarlos prácticas paganas.
Los antiguos griegos premiaban a los vencedores solo con una corona de ramas de olivo, llamada Cotinus, reemplazada con los años por el laurel. Más ese premio honorífico, que elevaba a la categoría de héroes a los atletas en sus respectivas ciudades, a partir de l960 se cambió por las medallas de oro, plata y bronce. En la última edición de Atenas, se volvió al simbólico vegetal agregado a los galardones metálicos.
Los Juegos Olímpicos modernos
Tras 17 siglos de prohibidos los Juegos Olímpicos, que habían comenzado 29 centurias antes, renacieron en 1896 en Atenas, patrocinados por el Rey de Grecia. El gran alentador de la iniciativa, fue el pedagogo y deportista francés Barón Pierre de Coubertín. Tanto al monarca como a éste animaban los mismo ideales de organizar los Juegos Olímpicos a partir de ese año y con el propósito de que en ellos no se hicieran distinciones de credo ni raza; solo una competencia amistosa de atletas.
La organización y nuevas normas estuvieron a cargo de Coubertin restableciendo el riguroso amateurismo de los atletas que no podían tener el más mínimo antecedente de haber lucrado con el mismo en su pasado. A él se debe el emblema olímpico de los círculos entrelazados, representando la amistad de los pueblos de los cinco continentes, unidos por el deporte.
Aquellos primeros Juegos Olímpicos de la era moderna de 1896 congregó a solo 245 atletas de 13 naciones, con poco interés de la prensa. Ahora sobrepasaron los 10.000 participantes de 199 países, donde compitieron pacíficamente naciones enfrentadas en esos momentos en sangrientas guerras.
Todo ese progreso se mantuvo en los 29 años (1896-1925) de presidencia de Coubertin del Comité Olímpico Internacional. A él se debe esta famosa frase: Lo más importante de los juegos Olímpicos no es ganar sino competir, así como lo más importante en la vida no es el triunfo sino la lucha. Lo esencial no es haber vencido sino haber luchado bien. A ese ideal, romántico si se quiere, dedicó toda su vida y fortuna. Murió en 1937, un año después del disgusto sufrido cuando en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, Hitler se negó a darle la mano al fabuloso atleta norteamericano Jesse Owens, por ser negro.También le anularon un record.
¡Pobre Barón, si viviera hoy en la era del capitalismo soberbio que a todo lo mercantiliza! Bien avanzada la segunda mitad del siglo pasado, se comenzó a permitir la participación en los Juegos Olímpicos a profesionales, es decir, deportistas rentados. Hasta hoy continúa la polémica sobre si se está procediendo bien o mal con el cambio, aunque lo evidente es que ahora carece de la espiritualidad y belleza originaria, solo más o menos demostrada en la apertura y cierre de los Juegos.
Hasta la maratón se hizo esclava del cronómetro. La prueba que lleva el nombre de la ciudad helena donde se libró la batalla en que el general griego Milciades venció a los persas comandados por Datis Artafermes. Terminada la lucha y el peligro de invasión, un soldado corrió sin parar los 42 kilómetros y 195 metros que separaban a Maratón de Atenas para llevar la tranquilizadora noticia de la victoria. Trasmitida la buena nueva, del esfuerzo realizado el soldado cayó muerto. Recordando ese hecho histórico, se creó la larga y célebre carrera pedestre, que dos atletas argentinos ganaran: Juan Carlos Zabala en Los Ángeles en 1932 (se derrumbó sin conocimiento al llegar y debió ser reanimado para subir al podio); y Delfor Cabrera en Londres en 1952, quien protagonizó un arribo emocionante. Entró segundo al estadio y en los últimos metros de la maratón conquistó el primer puesto. Ambos pasaron su niñez como huérfanos.
El portal Urgente 24.info anoticia que los organizadores de los Juegos Olímpicos 2004 de Atenas, a fin de preservar la imagen del evento, observado por televisión por casi las dos terceras partes de los de los habitantes del globo, pidió a las autoridades que retiraran de los puestos de venta la edición griega de la revista Playboy. Esta publicación contiene propaganda donde aparecen atletas femeninas ligeras de ropas y al emblema oficial de los círculos entrelazados lo representa con preservativos de colores.
Se resguardan los derechos de publicidad con tal celo, al punto de que el público no pudo consumir en la Ciudad Olímpica otra gaseosa que la Coca Cola. Este producto malsano se veía destacado en las trasmisiones de las competencias, donde también se observó poco público en las tribunas por el alto precio de las entradas.
Los Juegos globalizados fueron acompañados por numerosas manifestaciones contrarias a la guerra imperial petrolera en Medio Oriente, obligando a medidas extremas de seguridad y a anular la comprometida concurrencia del Secretario de Estado norteamericano, el general Colin Powell, quien hubiera disfrutado allí viendo en los podios a tantos hombres y mujeres de color como él.
¿En qué quedó el popular lema griego de mente sana en cuerpo sano?
En estos días cuando se ha hablado tanto de los Juegos Olímpicos, casi nadie ha hecho referencias a sus nobles principios originarios ni menos quejarse por los negocios que desvirtúan su larga historia, ahora bajo el capitalismo salvaje.
Ello no obstante, nos deja una gran lección a los argentinos. Atenas 2004 demostró que el justamente criticado individualismo criollo, pese a sus valores personales, cuando conforma un equipo alcanza el éxito. Si este ejemplo de nuestros heroicos jóvenes atletas (hombres y mujeres) lo aplicáramos sin sectarismos al desarrollo nacional, aseguraríamos el futuro de grandeza que soñaron y comenzaron nuestros mayores.
En base a la historia documentada, la idea de los Juegos Olímpicos surgió de un hombre llamado Oxilos, con el fin de obtener, a través del deporte, una tregua entre tres reyes en permanente conflicto: Ifitos de Élida, Licurgos de Esparta y Clistenes de Pisa. A iniciativa del primer monarca, se firmó un tratado escrito en un disco de piedra para garantizar la paz durante el evento, según lo escribe el periodista J. Antonio Hernández en Internet. Los primeros juegos se realizaron en el año 776 antes de Cristo en la ciudad de Olimpia, Grecia, repitiéndose cada 4 años.
Allí se competía en lanzamiento del disco y la jabalina, salto en largo, carreras pedestres, lucha, boxeo, carreras de carros, equitación y pancracio (una especie de combinación de boxeo y lucha). Las mujeres no podían participar ni presenciar los juegos porque los atletas debían competir rigurosamente desnudos. Esta norma cambió con el tiempo y la primer atleta olímpica fue Cinisca, hermana del rey Agelisao de Esparta: ganó la carrera de carros tirados por cuatro caballos.
Algunos ricos ayudaban a los atletas de su ciudad, para que se entrenaran, no como premio, porque el atleta era amateur (o aficionado), y participaban solo los ciudadanos griegos y sin antecedentes delictivos.
No se estimulaba el record (tampoco se había inventado el cronómetro), premiándose el estilo, la elegancia y perfección del físico. Por eso los griegos consideraban a la danza como la mejor gimnasia por su armonioso equilibrio, arte que destaca la plasticidad del cuerpo humano sin llevar a la sofocación. Durante las olimpiadas, que duraban cinco días, se desarrollaban numerosos eventos culturales como espectáculos de danza, teatro y poesía. Los memoristas recreaban poemas, donde se destacaban los creados por el poeta Homero, ciego y analfabeto, que vivió diez siglos antes de la primer olimpiada.
Caídos los griegos bajo dominio del Imperio Romano, los juegos olímpicos continuaron, siempre cada cuatro años, alternándose las sedes entre Atenas y Roma, manteniéndose en sus celebraciones las danzas y fiestas, agregadas a las evocaciones religiosas. Pero los juegos fueron prohibidos en el Siglo IV de nuestra era por el emperador romano Teodosio I (el Grande), nacido español y convertido al cristianismo. La razón invocada fue el considerarlos prácticas paganas.
Los antiguos griegos premiaban a los vencedores solo con una corona de ramas de olivo, llamada Cotinus, reemplazada con los años por el laurel. Más ese premio honorífico, que elevaba a la categoría de héroes a los atletas en sus respectivas ciudades, a partir de l960 se cambió por las medallas de oro, plata y bronce. En la última edición de Atenas, se volvió al simbólico vegetal agregado a los galardones metálicos.
Los Juegos Olímpicos modernos
Tras 17 siglos de prohibidos los Juegos Olímpicos, que habían comenzado 29 centurias antes, renacieron en 1896 en Atenas, patrocinados por el Rey de Grecia. El gran alentador de la iniciativa, fue el pedagogo y deportista francés Barón Pierre de Coubertín. Tanto al monarca como a éste animaban los mismo ideales de organizar los Juegos Olímpicos a partir de ese año y con el propósito de que en ellos no se hicieran distinciones de credo ni raza; solo una competencia amistosa de atletas.
La organización y nuevas normas estuvieron a cargo de Coubertin restableciendo el riguroso amateurismo de los atletas que no podían tener el más mínimo antecedente de haber lucrado con el mismo en su pasado. A él se debe el emblema olímpico de los círculos entrelazados, representando la amistad de los pueblos de los cinco continentes, unidos por el deporte.
Aquellos primeros Juegos Olímpicos de la era moderna de 1896 congregó a solo 245 atletas de 13 naciones, con poco interés de la prensa. Ahora sobrepasaron los 10.000 participantes de 199 países, donde compitieron pacíficamente naciones enfrentadas en esos momentos en sangrientas guerras.
Todo ese progreso se mantuvo en los 29 años (1896-1925) de presidencia de Coubertin del Comité Olímpico Internacional. A él se debe esta famosa frase: Lo más importante de los juegos Olímpicos no es ganar sino competir, así como lo más importante en la vida no es el triunfo sino la lucha. Lo esencial no es haber vencido sino haber luchado bien. A ese ideal, romántico si se quiere, dedicó toda su vida y fortuna. Murió en 1937, un año después del disgusto sufrido cuando en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, Hitler se negó a darle la mano al fabuloso atleta norteamericano Jesse Owens, por ser negro.También le anularon un record.
¡Pobre Barón, si viviera hoy en la era del capitalismo soberbio que a todo lo mercantiliza! Bien avanzada la segunda mitad del siglo pasado, se comenzó a permitir la participación en los Juegos Olímpicos a profesionales, es decir, deportistas rentados. Hasta hoy continúa la polémica sobre si se está procediendo bien o mal con el cambio, aunque lo evidente es que ahora carece de la espiritualidad y belleza originaria, solo más o menos demostrada en la apertura y cierre de los Juegos.
Hasta la maratón se hizo esclava del cronómetro. La prueba que lleva el nombre de la ciudad helena donde se libró la batalla en que el general griego Milciades venció a los persas comandados por Datis Artafermes. Terminada la lucha y el peligro de invasión, un soldado corrió sin parar los 42 kilómetros y 195 metros que separaban a Maratón de Atenas para llevar la tranquilizadora noticia de la victoria. Trasmitida la buena nueva, del esfuerzo realizado el soldado cayó muerto. Recordando ese hecho histórico, se creó la larga y célebre carrera pedestre, que dos atletas argentinos ganaran: Juan Carlos Zabala en Los Ángeles en 1932 (se derrumbó sin conocimiento al llegar y debió ser reanimado para subir al podio); y Delfor Cabrera en Londres en 1952, quien protagonizó un arribo emocionante. Entró segundo al estadio y en los últimos metros de la maratón conquistó el primer puesto. Ambos pasaron su niñez como huérfanos.
El portal Urgente 24.info anoticia que los organizadores de los Juegos Olímpicos 2004 de Atenas, a fin de preservar la imagen del evento, observado por televisión por casi las dos terceras partes de los de los habitantes del globo, pidió a las autoridades que retiraran de los puestos de venta la edición griega de la revista Playboy. Esta publicación contiene propaganda donde aparecen atletas femeninas ligeras de ropas y al emblema oficial de los círculos entrelazados lo representa con preservativos de colores.
Se resguardan los derechos de publicidad con tal celo, al punto de que el público no pudo consumir en la Ciudad Olímpica otra gaseosa que la Coca Cola. Este producto malsano se veía destacado en las trasmisiones de las competencias, donde también se observó poco público en las tribunas por el alto precio de las entradas.
Los Juegos globalizados fueron acompañados por numerosas manifestaciones contrarias a la guerra imperial petrolera en Medio Oriente, obligando a medidas extremas de seguridad y a anular la comprometida concurrencia del Secretario de Estado norteamericano, el general Colin Powell, quien hubiera disfrutado allí viendo en los podios a tantos hombres y mujeres de color como él.
¿En qué quedó el popular lema griego de mente sana en cuerpo sano?
2 comentarios
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jessi=) -
soy jessica,,de mar del plata,,
esta muy bueno el informe,,
y sobre todo a mi me sirve mucho,,
ya que tengo q realizar un informe aserca de los juegos olimpicos modernos,,
y luego darlo oral.
asique muchas gracias,,
bessos
adiozz=)